Descripción del caso

Cada vez se reconoce más que el cambio climático es un problema mundial que requiere soluciones mundiales. Durante décadas, los líderes internacionales han debatido cómo combatir colectivamente las consecuencias del cambio climático a través de marcos y estrategias globales. Estos esfuerzos han dado lugar a varios tratados internacionales, como el Acuerdo de París y el Protocolo de Kioto. A través de ellos, los países se comprometen a reducir las emisiones y alcanzar determinados objetivos cuantitativos de sostenibilidad. Sin embargo, sigue habiendo desacuerdo en torno a quién, ante la incertidumbre del cambio climático, debe asumir el mayor coste de estos esfuerzos de transición ecológica.

Responsabilidad histórica

Los países ricos son los causantes de la mayor parte de la contaminación mundial y ahora aparentan ser ecológicos trasladando las industrias contaminantes a países más pobres, que sufren en cambio los daños medioambientales.

Históricamente, los países desarrollados son responsables del 79% de las emisiones de carbono y del 63% de las actuales, según estudios del Centro para el Desarrollo Global.  

Sólo la UE es responsable del 10% de las emisiones mundiales de CO2, según datos de la propia UE. A través de hábitos como el (sobre)consumo, los viajes internacionales y el aumento de la demanda energética, el mundo rico, en su mayoría occidental, lleva siglos impulsando el cambio climático, mientras que los países más pobres sólo son responsables de una décima parte de las emisiones. 

Recientemente se ha observado una tendencia según la cual las industrias más contaminantes, como la manufacturera, se han trasladado de los países desarrollados a los países en desarrollo. Las economías en desarrollo son países situados en gran parte en el sur global, que dependen sobre todo de la extracción de recursos y la fabricación para su crecimiento económico. Por ejemplo, Bangladesh se ha convertido en un importante centro de producción de ropa, mientras que una parte significativa de la fabricación de productos electrónicos se realiza actualmente en China. Por el contrario, las economías desarrolladas son países situados en gran medida en el norte del mundo, que dependen principalmente del sector del conocimiento y los servicios para su crecimiento económico. Por ejemplo, el desarrollo farmacéutico en Escandinavia o los servicios de consultoría en el Reino Unido.  

Este desplazamiento de la fabricación del norte al sur permite a los países desarrollados centrarse en las fases menos contaminantes de la producción. Como resultado, los países desarrollados pueden reducir sus emisiones nacionales, haciendo que parezca que avanzan hacia economías más ecológicas porque las tareas menos contaminantes, como la gestión, la investigación y los servicios, constituyen la mayor parte de sus economías. 

Esta dinámica pone de relieve una cuestión clave de la responsabilidad climática mundial: las naciones desarrolladas, al tiempo que cambian a industrias más limpias en casa, están esencialmente externalizando sus huellas de carbono a los países más pobres. Esta transición supone una pesada carga para los países en desarrollo, que dependen de industrias muy contaminantes para su crecimiento económico y el empleo. Estos países suelen tener normativas medioambientales menos estrictas, lo que provoca un aumento de las emisiones y una mayor degradación del medio ambiente. De este modo, los países en desarrollo tienen que hacer frente a las consecuencias medioambientales, mientras que los países desarrollados disfrutan de los beneficios de unas industrias más limpias sin abordar plenamente su papel en el problema de las emisiones mundiales.

Consecuencias diferenciadas

Los países más pobres se enfrentan a efectos más duros del cambio climático con sequías, inundaciones y condiciones meteorológicas extremas, mientras que los países más ricos están mejor protegidos y disponen de más recursos para adaptarse. Sin embargo, la migración climática creará retos a escala mundial.

Los países más pobres lo tienen mucho peor cuando se trata de las consecuencias del cambio climático. En primer lugar, suelen estar situados en zonas más propensas a sequías e inundaciones. Esto incluye a los países cercanos al Sáhara, como Níger, Chad y Sudán, que se enfrentan a una gran escasez de agua que repercute significativamente en la producción agrícola, el saneamiento y la salud en general de estos países. 

Pequeñas naciones insulares como Maldivas, Haití y Fiyi son más propensas a sufrir inundaciones y fenómenos meteorológicos extremos como huracanes debido al cambio climático. Las catástrofes naturales han destruido los hogares y los medios de subsistencia de la población y han perturbado industrias clave como el turismo, lo que ha tenido importantes repercusiones negativas en su crecimiento económico y ha provocado deflación y desempleo. En el peor de los casos, la subida del nivel del mar inundará estas islas y las hará desaparecer para siempre, borrando así literalmente países enteros. 

Comparativamente, los países desarrollados están en mejor situación en tres aspectos principales. En primer lugar, muchos de ellos están situados en zonas de menor riesgo de inundaciones y sequías, y las consecuencias meteorológicas a las que se enfrentan tienden a ser más leves. En segundo lugar, cuando las consecuencias del cambio climático llegan, suelen limitarse a sectores específicos como la agricultura, la pesca y el turismo, de los que dependen menos las economías desarrolladas. Los daños quedan aislados en determinados sectores y no paralizan toda la economía como ocurriría en un país más pequeño, menos desarrollado y con una economía menos diferenciada. En tercer lugar, la riqueza de los países desarrollados les hace más capaces de adaptarse a las consecuencias del cambio climático en primer lugar. 

Cabe señalar que los países desarrollados también soportarán una parte importante de las consecuencias del cambio climático, independientemente de su posición comparativamente más privilegiada. Las inundaciones y sequías han asolado muchas partes de Europa, mientras que 

Las duras consecuencias del cambio climático que afectan a los países en desarrollo también tienen efectos indirectos en el Norte. En particular, se prevé que grandes flujos de refugiados climáticos emigren a Europa en los próximos años si no se mitiga el cambio climático. Cuando los países en desarrollo sufren catástrofes naturales, escasez de recursos y condiciones de vida insostenibles, muchos se ven obligados a abandonar sus hogares, creando una oleada de refugiados climáticos. Adaptarse a estos grandes flujos de migrantes podría plantear retos humanitarios, así como poner a prueba los sistemas sociales y económicos de a través de la presión sobre las infraestructuras, los servicios públicos y el mercado laboral puede generar tensiones y conflictos. Por tanto, las consecuencias del cambio climático son negativas para todos.

El coste de la adaptación al cambio climático

La transición ecológica es cara, sobre todo para los países más pobres, que a menudo dependen de industrias contaminantes para intentar «alcanzar» a los países más ricos. Esto plantea dudas sobre si es justo pedir a los países más pobres que sacrifiquen el crecimiento por los objetivos climáticos.

La situación económica de los países es importante en el debate sobre el cambio climático porque la transición ecológica va a ser costosa. Tanto si el objetivo es reducir los procesos de cambio climático frenando significativamente las emisiones (mitigación climática) como si se trata de prepararse adecuadamente para las consecuencias del cambio climático (adaptación climática), se requerirán importantes esfuerzos políticos y de capital. 

Para detener y revertir las consecuencias del cambio climático, los gobiernos y las empresas tienen que invertir y desarrollar tecnologías verdes y también cambiar sus modelos de negocio y plataformas de gobierno para ser más sostenibles. La mayoría de las industrias siguen dependiendo en gran medida de los combustibles fósiles, y su eliminación progresiva exige que innoven o, en el caso de algunas industrias, que aprendan a prescindir de ellos.

Mientras que industrias como la del transporte ya han encontrado soluciones viables gracias a los vehículos eléctricos, las industrias más pesadas, como la siderúrgica o la cementera, no pueden fabricar su producto sin combustibles fósiles y tendrán que inventar nuevas formas de fabricar su producto o eliminar por completo estos productos y métodos de producción. 

La situación económica de las naciones más pobres y menos desarrolladas hace que les resulte más difícil pagar el coste de este desarrollo ecológico y la mitigación temporal de los riesgos. Además, la externalización de las industrias manufactureras hace que los países en desarrollo dependan de industrias muy contaminantes para su crecimiento económico. 

Algunas políticas de mitigación del cambio climático son un arma de doble filo: la idea general es que las naciones en desarrollo han tenido la oportunidad de beneficiarse de años de desarrollo con un alto nivel de emisiones desde su revolución industrial, lo que ha contribuido enormemente a su crecimiento económico. ¿Es esto injusto cuando se pide a los países menos desarrollados que sacrifiquen su crecimiento económico a cambio de menores niveles de contaminación?

Teoría

Teoría de la explotación económica mundial: periferia y núcleo

Los economistas dividen el mundo en países ricos «centrales» y países pobres «periféricos». Los países centrales son los que más contaminan, pero los países periféricos, que dependen en mayor medida de la agricultura, son los que más sufren las consecuencias del cambio climático.

Algunos economistas llevan años hablando de un "núcleo" y una "periferia" económicos mundiales. Esta idea se refiere a la división del mundo en países más ricos y desarrollados (el núcleo) y países más pobres y menos desarrollados (la periferia). 

Los países centrales, como los de Norteamérica y Europa, tienen industrias avanzadas y economías fuertes, y consumen una gran parte de los recursos mundiales, lo que a menudo provoca altos niveles de contaminación y emisiones. 

Mientras tanto, los países periféricos, a menudo en regiones como África, Asia y América Latina, tienen menos poder económico, dependen más de la agricultura y contribuyen mucho menos a las emisiones globales. Estos países son los que más sufren los efectos del cambio climático, como sequías y fenómenos meteorológicos extremos. En resumen: el núcleo agrava el cambio climático mientras que la periferia soporta la peor parte de sus efectos, lo que pone de relieve la necesidad de que el núcleo apoye a la periferia para hacer frente a estos retos.

Consecuencias diferenciadas

Los países más pobres se enfrentan a efectos más duros del cambio climático con sequías, inundaciones y condiciones meteorológicas extremas, mientras que los países más ricos están mejor protegidos y disponen de más recursos para adaptarse. Sin embargo, la migración climática creará retos a escala mundial.

Históricamente, los países desarrollados son responsables del 79% de las emisiones de carbono y del 63% de las actuales, según estudios del Centro para el Desarrollo Global.  

Sólo la UE es responsable del 10% de las emisiones mundiales de CO2, según datos de la propia UE. A través de hábitos como el (sobre)consumo, los viajes internacionales y el aumento de la demanda energética, el mundo rico, en su mayoría occidental, lleva siglos impulsando el cambio climático, mientras que los países más pobres sólo son responsables de una décima parte de las emisiones. 

Recientemente se ha observado una tendencia según la cual las industrias más contaminantes, como la manufacturera, se han trasladado de los países desarrollados a los países en desarrollo. Las economías en desarrollo son países situados en gran parte en el sur global, que dependen sobre todo de la extracción de recursos y la fabricación para su crecimiento económico. Por ejemplo, Bangladesh se ha convertido en un importante centro de producción de ropa, mientras que una parte significativa de la fabricación de productos electrónicos se realiza actualmente en China. Por el contrario, las economías desarrolladas son países situados en gran medida en el norte del mundo, que dependen principalmente del sector del conocimiento y los servicios para su crecimiento económico. Por ejemplo, el desarrollo farmacéutico en Escandinavia o los servicios de consultoría en el Reino Unido.  

Este desplazamiento de la fabricación del norte al sur permite a los países desarrollados centrarse en las fases menos contaminantes de la producción. Como resultado, los países desarrollados pueden reducir sus emisiones nacionales, haciendo que parezca que avanzan hacia economías más ecológicas porque las tareas menos contaminantes, como la gestión, la investigación y los servicios, constituyen la mayor parte de sus economías. 

Esta dinámica pone de relieve una cuestión clave de la responsabilidad climática mundial: las naciones desarrolladas, al tiempo que cambian a industrias más limpias en casa, están esencialmente externalizando sus huellas de carbono a los países más pobres. Esta transición supone una pesada carga para los países en desarrollo, que dependen de industrias muy contaminantes para su crecimiento económico y el empleo. Estos países suelen tener normativas medioambientales menos estrictas, lo que provoca un aumento de las emisiones y una mayor degradación del medio ambiente. De este modo, los países en desarrollo tienen que hacer frente a las consecuencias medioambientales, mientras que los países desarrollados disfrutan de los beneficios de unas industrias más limpias sin abordar plenamente su papel en el problema de las emisiones mundiales.

El recrecimiento

El movimiento del recrecimiento aboga por dar prioridad a la sostenibilidad y restaurar los ecosistemas en lugar de centrarse en el crecimiento económico constante.

El movimiento del recrecimiento, en contraste con el movimiento del "crecimiento verde", aboga por un alejamiento del crecimiento económico a toda costa. En lugar de centrarse en aumentar la producción y el consumo, el movimiento promueve la regeneración de los ecosistemas, la reducción de la extracción de recursos y la priorización de la sostenibilidad. Los partidarios del recrecimiento sostienen que los modelos económicos actuales sobreexplotan los recursos naturales, lo que contribuye a dañar el medio ambiente. Hacen hincapié en la necesidad de restaurar los ecosistemas, mejorar la biodiversidad y adoptar una economía más circular en la que se minimicen los residuos y se reutilicen los recursos. El movimiento promueve un equilibrio entre la actividad humana y la salud del medio ambiente fomentando ecosistemas que puedan sostener la vida a largo plazo.

Justicia climática

La justicia climática sostiene que los países menos responsables del cambio climático, a menudo los más pobres, son los más afectados y deben recibir el apoyo de las naciones más ricas para hacer frente a sus efectos.

La justicia climática es un marco ético que defiende el trato justo de todas las personas en las políticas climáticas, reconociendo que los menos responsables del cambio climático, a menudo las naciones más pobres, son los más afectados por él. Reclama una redistribución de recursos y responsabilidades para garantizar la equidad a la hora de abordar los impactos climáticos. Apoya la idea de que las naciones desarrolladas tienen la obligación moral de compensar y ayudar a los países en desarrollo, tanto por las emisiones históricas como para posibilitar vías de desarrollo sostenible.

Preguntas para el debate

¿Es justo pedir a Occidente que cambie sus hábitos y su nivel de vida para ser más sostenible?

Muchos activistas del cambio climático sostienen que, para frenarlo, los consumidores occidentales tienen que cambiar sus hábitos actuales. Patrones como el consumo excesivo, los viajes en avión y las compras por Internet no sólo contaminan enormemente, sino que también dependen de la fabricación barata ubicada en países en desarrollo, lo que deprime el nivel de vida de estas personas. Otros sostienen que el objetivo debería ser elevar el nivel de vida de todos hasta el de los países desarrollados mediante una transición hacia un crecimiento ecológico.

¿Cómo debemos enfocar la cuestión del desarrollo económico entre países con distintos niveles de riqueza y recursos?

Algunos sostienen que es explotador que los países occidentales compren productos baratos a las naciones en desarrollo mientras ellos disfrutan de salarios y oportunidades mucho más elevados. Otros sostienen que la situación económica diferenciada de los países es óptima, ya que algunos países tendrán una ventaja comparativa en la producción de determinados bienes o servicios, lo que significa que pueden producirlos mejor y más baratos. Esto beneficia a los consumidores de todo el mundo y proporciona un crecimiento económico estable en los países manufactureros. Sus economías se adaptan a unos salarios más bajos gracias a unos costes de vida generalmente más bajos.

¿Debería permitirse a los países en desarrollo contaminar sin restricciones hasta que estén más desarrollados económicamente?

Muchas naciones en desarrollo sostienen que, para mantener su crecimiento económico y su desarrollo, necesitan pasar por una fase de fabricación altamente contaminante o de extracción de recursos para crear riqueza en el país. Para estas naciones, garantizar el empleo y el crecimiento es más importante políticamente para el ciudadano medio que las políticas de cambio climático, cuyas repercusiones pueden parecer bastante intangibles. Otras naciones argumentan que se trata de una forma de pensar a corto plazo, ya que estas industrias sólo perjudicarán más a los países a largo plazo y harán que la transición ecológica sea aún más costosa más adelante. Aplicando prácticas sostenibles en sus estrategias de crecimiento desde el principio, estos países pueden evitar dañar su medio ambiente y proteger mejor a sus ciudadanos de la degradación medioambiental. Sin embargo, puede resultar más caro hacerlo en el primer periodo.

¿Deberíamos resituar más manufacturas en los países occidentales?

Desde el punto de vista del clima, la reubicación de una mayor producción en los países occidentales podría contribuir a reducir las emisiones globales mediante la aplicación de normativas medioambientales más estrictas y el uso de tecnologías más limpias, que muchas naciones desarrolladas están mejor equipadas para aplicar. Esto podría disminuir la huella de carbono global de la producción en comparación con los países en desarrollo, donde las normativas pueden ser más débiles y las tecnologías más limpias menos accesibles. 

Por otro lado, los salarios más altos y la mayor regulación de los países desarrollados también aumentan el coste de producción, encareciendo considerablemente estos productos manufacturados. Además, una deslocalización de estas industrias podría perturbar las economías de las naciones en desarrollo que dependen de la fabricación, complicando los esfuerzos mundiales para equilibrar el desarrollo económico con la reducción de emisiones.

¿Es el crecimiento verde una buena idea?

Sus defensores sostienen que el crecimiento verde es posible haciendo que las economías sean más sostenibles mediante el uso de energías renovables, tecnologías verdes y reciclaje. Este planteamiento sugiere que podemos seguir haciendo crecer nuestras economías al tiempo que reducimos la contaminación y protegemos el medio ambiente. Sin embargo, otros argumentan que el crecimiento sin fin no es sostenible en un planeta con recursos limitados, ya que sigue requiriendo un uso constante de energía y materiales, lo que provoca daños medioambientales y pérdida de biodiversidad. Señalan que muchas tecnologías verdes siguen dependiendo de procesos que consumen muchos recursos y que el aumento de la producción y el consumo acabará por poner a prueba los ecosistemas del planeta. Por eso creen que, en lugar de centrarnos en el crecimiento, deberíamos aspirar a reducir el consumo y avanzar hacia un modo de vida más equilibrado y sostenible para atajar de verdad la crisis climática.

¿Deben los países occidentales acoger a todos los refugiados climáticos de los países en desarrollo?

Algunos sostienen que acoger a todos los refugiados climáticos de los países en desarrollo es una responsabilidad moral, ya que estos países suelen ser los que menos contribuyen al cambio climático pero los que más sufren sus efectos, como la subida del nivel del mar y las condiciones meteorológicas extremas. Este enfoque reconoce la naturaleza global de la crisis climática y promueve la responsabilidad compartida y la solidaridad. 

Los críticos sostienen que acoger a todos los refugiados climáticos puede ser imposible debido a la limitación de recursos, la presión económica y las posibles tensiones sociales en los países de acogida. En su lugar, sugieren que los esfuerzos se centren en ayudar a las comunidades vulnerables a adaptarse y abordar las causas profundas del cambio climático para reducir la necesidad de migraciones masivas. Comprometerse simplemente a acoger a refugiados climáticos podría llevar a la complacencia en otros ámbitos. En lugar de ayudar a detener o adaptarse al cambio climático en estas naciones, los países desarrollados centrarán sus recursos en acoger refugiados. Por el contrario, los ciudadanos de las naciones en desarrollo se centrarán en emigrar en lugar de presionar a las autoridades para que resuelvan sus problemas relacionados con el cambio climático. 

Material adicional

Lecturas recomendadas

United Nations (2007)

Cómo el cambio climático amenaza el desarrollo económico de las naciones más pobres.

World Economic Forum (2023)

Una explicación más de las formas desproporcionadamente peores en que el cambio climático afecta a las naciones más pobres.

The Brookings Institution (2023)

Cómo las naciones en desarrollo y su aportación son cruciales para que la acción climática mundial funcione y sea ampliamente adoptada.

Mociones de debate

THW concede a los países en desarrollo derecho de veto en los foros internacionales sobre cambio climático

Punto 1: Los países en desarrollo tienen menos poder económico, lo que les sitúa en desventaja en los procesos de toma de decisiones a nivel mundial. Otorgarles derecho de veto puede ayudar a equilibrar esta desigualdad y garantizar que sus necesidades estén adecuadamente representadas.

Contrapunto 1: No es democrático dar a algunas naciones más poder en la toma de decisiones, especialmente si estas naciones son más pequeñas y representan a menos personas, como las pequeñas naciones insulares. El voto igualitario respeta el principio de igualdad en los asuntos internacionales, fundamental para una cooperación internacional justa.

Punto 2: Los países en desarrollo se enfrentan a consecuencias más urgentes del cambio climático, como las condiciones meteorológicas extremas y la subida del nivel del mar, que suponen mayores riesgos para sus poblaciones. Este mayor riesgo debería traducirse en una mayor participación en la forma de abordar el cambio climático a nivel mundial.

Contrapunto 2: Es probable que los países desarrollados soporten la mayor parte de la carga financiera de la transición ecológica, y su mayor implicación económica debería reflejarse en una mayor influencia sobre las decisiones climáticas. Tienen mucho que decir sobre cómo se utilizan los fondos y cómo se aplican las estrategias.

Punto 3: Sin derecho de veto, los países en desarrollo pueden sentirse ignorados en estos foros, lo que reduciría la aceptación de la transición ecológica. Aumentar su influencia podría fomentar una mayor cooperación y compromiso mundial.

Contrapunto 3: Si los países desarrollados sienten que no se les trata en pie de igualdad, su compromiso con las iniciativas climáticas puede debilitarse. Su implicación es crucial porque poseen el poder económico y los recursos tecnológicos necesarios para impulsar eficazmente la transición ecológica.

Esta Cámara cree que los países desarrollados deben financiar y planificar la transición ecológica en sus antiguas colonias

Punto 1: El colonialismo dañó gravemente las economías de muchos países en desarrollo, dificultándoles la financiación de la transición ecológica y haciéndoles depender de industrias menos desarrolladas como la agricultura, más vulnerables a los efectos del cambio climático.

Contrapunto 1: El hecho de que los antiguos colonizadores tomen el control de áreas políticas en sus antiguas colonias se asemeja al neocolonialismo, ya que interfiere en el mandato democrático y la soberanía de estas naciones, socavando su independencia.

Punto 2: Las reparaciones están justificadas porque los antiguos colonizadores se beneficiaron enormemente de la explotación de sus colonias, contribuyendo significativamente a su riqueza actual. Por tanto, tienen la obligación moral de apoyar a estos países en la transición ecológica.

Contrapunto 2: La participación de los antiguos colonizadores en las decisiones políticas podría provocar una reacción violenta en estos países, con una óptica negativa que podría reducir el apoyo público a la transición ecológica y fomentar el resentimiento.

Punto 3: Los países en desarrollo tienen acceso a conocimientos y recursos más avanzados, que pueden permitirles diseñar estrategias más eficaces para la transición ecológica, lo que beneficia tanto a las naciones en desarrollo como al esfuerzo mundial por el clima.

Contrapunto 3: Es poco probable que los países desarrollados comprendan el contexto local y las necesidades de las antiguas colonias lo suficientemente bien como para crear planes óptimos de transición ecológica. Sin un mandato democrático o un conocimiento profundo de la vida sobre el terreno, su participación podría dar lugar a estrategias ineficaces o mal recibidas.